(Para Laurie, que me animó a ir)
Llegué tarde. Intenso tráfico, estacionamientos abarrotados. Y yo misma que, reconozco, últimamente suelo llegar tarde a todas las citas: -).
Pero ella esperó casi veinte minutos para comenzar y esto hizo que en el momento en que yo entraba al Gran Rex una bella y dulce María envolvía todo con su voz jugando con la marea del "Mediterráneo" de Serrat. La segunda canción que interpretaba de su último disco “Joyas Prestadas”, como generosamente me informó el señor a quien pisé unos segundos antes de sentarme a su lado.
Escuché por primera vez a “La niña de la Pastori” gracias a Debbie, mi primer profe de Flamenco, en temas como "Tú me Camelas", "Entre dos puertos", "Dos que se quieren", "Tangos de la tía Juana", "Échame una mano prima", etc. Luego por aquella emotiva y personal versión de "Contigo" en el disco de "Las mujeres cantan a Sabina".
Esta vez la Niña mimada del Camarón de la Isla, presenta un repertorio diferente, fusionando canciones de distintos estilos fuera del flamenco. Su público acompaña los temas con palmas y voces. Ella retribuye con sencillez y presencia, exponiendo la emoción que siente por cantar por primera vez en Argentina.
Al comienzo se la nota nerviosa. Habla caminando el espacio de lado a lado. Como única escenografía los músicos y sus instrumentos. María rastrea las palabras en este escenario que despojado le permite ser ella misma, sin artificios, con su ángel intacto y, dicen algunos, con vida nueva en su vientre.
Por momentos levanta la vista e intenta abarcar con la mirada al público porteño mientras aferra distraídamente en sus manos alguna esquina de su vestido, y juega con la tela liviana y los violetas de las gasas, entre coqueta y ansiosa.
Realmente parece una niña pequeña escogiendo la manera de transmitirnos lo que su corazón siente. Mira hacia el piso, agacha la cabeza, echa hacia atrás su larguísimo cabello, explica la razón del disco, intenta escuchar lo que le gritan desde el público.
Y así va entrando de a poquito cada vez más en el mar de la música que es donde ella se mueve mejor. Para permitirle a la otra Niña, la Pastori, la de la voz privilegiada, mostrarse segura, desenvuelta y sincera en cada tema que interpreta con gracia, brillo y encanto.
Entonces se anima y nos regala, en su estilo, un flamenco clásico: María de la O. Y nosotros, su público, palmeamos las manos para acompañar, bailamos sentados en el asiento, gritamos como en un tablao, las chicas de las primeras filas agitan los brazos sobres sus cabezas girando las manos hacia adentro y hacia afuera, hay zapateos escondidos bajo los asientos del Gran Rex.
Es tiempo de Bulerías y la niña ya no camina el escenario. Lo zapatea, taco, punta, talón. Y se le suman los otros. Maravillan las voces de Irene Molina Gómez y la Tonia Nogaredo.
Es el momento de quedarnos a solas con sus músicos mientras la cantaora gaditana va a cambiarse de ropa.
Se impone en la magnitud del Gran Rex los acordes de la guitarra de José Antonio Carmona, más conocido como Pepe Habichuela. Sus dedos bailan sobre los trastos y uno no puede dejar de aplaudir en él a su generación, tan prolífera en músicos de su estilo como Camarón, Paco de Lucía, Morente...
Y como si fuera poco le acompaña su hijo Josemi, uno de los componentes del maravilloso grupo Ketama. Ahí recuerdo que tenía que pedirles a los ex-ketamas autorización para usar dos de sus temas en uno de mis cortos, pero no me da la cara a la salida y decido buscar otra vía. Es que tanto talento impone un respeto de distancia.
La percusión no es menos. Julio Jiménez Borja, más conocido como "Chaboli", esposo de la Niña, hijo de Jero (Los Chichos), con cajón y congas convierte el momento en una fiesta. Se les van los pies. Quieren bailar pero todavía no es momento, deciden. Y juegan entre ellos, como quien olvida y se sumerge.
Acompañan tremendos músicos, Ángel Fernando Favier en la batería, Martín García Leitón en el bajo, y en el piano Adrián Gonzalo Schinoff (compositor junto al Coti y otra de aquella balada pop interpretada por Paulina Rubio "te quise tanto"), los dos últimos argentinos.
Desde donde estoy veo en un costado alguien que se prepara para salir al escenario, y concentrado camina el backstage. Apenas distingo su camisa blanca. Imagino, porque en realidad es lo que deseo, que es Alejandro Sanz que demora unos minutos su partida de la Argentina, esa misma noche.
Tiene lógica: la Niña y él se conocen desde que era adolescente, son como hermanos, él la lanzó al público al producirle su disco "Entre dos puertos" y en este disco ella canta un tema que le pertenece.
Pero no.
El músico que es invitado con mucho cariño a compartir el escenario es David Amaya, sobrino de Carmen Amaya, la bailaora. Talentoso guitarrista flamenco actualmente radicado según ella misma explica, en nuestro país. Esta segunda parte del recital es mucho más lanzada y fluye con otra naturalidad.
En dos oportunidades fueron por Bulerías. Aquí las cantaoras se lucieron, los muchachos desplegaron sus movimientos, Josemi fue incitado a bailar “Agustito”. En semirueda se escuchaban los ánimos: “Toma Ketama, ketama toma" y el Josemi toconeaba entusiasmado entre palmas a contratiempo
Luego la Niña canta los temas de Maná, Blades, Juan Luis Guerra y el resto de los que conforman este disco. Bella la versión de “Todavía” de Manzanero. Intimista el tema de Calamaro “No me pidas que no sea un inconsciente”. Mucho amor desplegado en el tema “Hoy igual que ayer” de Los Jeros. . Entrega absoluta cuando entona Caí.
Es que la Pastori ha cantado con el corazón en la mano, con todo el cuerpo, sacando la voz desde sus entrañas, apasionada hasta en el último bis, el fin de la fiesta, donde todos forman un corrillo y como en bulería de amigos se lucen con algunos pases y zapateos.
Así, tan sencillos, el Chaboli tomando de la cintura a su Niña. Que esta noche no es del viento sino definitivamente porteña.
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