Silvina Garré y Juan Carlos Baglietto, 25 años después.
“Cantar, cantar, cantar,
con la necesidad de la primera vez.
Cantar, cantar, cantar,
para llegar a ser como una sola voz.”
con la necesidad de la primera vez.
Cantar, cantar, cantar,
para llegar a ser como una sola voz.”
José
Ordaz Aguilera
Pasaron 25 años y la magia sigue intacta. Muchos la revivimos en las distintas presentaciones que hicieron desde el 26 de Abril en el Teatro Ópera de la calle Corrientes, en Buenos Aires. Otros desde los distintos teatros en los que posteriormente se presentaron: Rosario, Córdoba, Mendoza. Ahora vuelven al Luna Park. El 7 de Agosto. Como aquella vez, hace 25 años atrás. Vení, acercate que te cuento cómo lo vivimos muchos de nosotros. Era en Abril...
“Qué
lujo de público! Cariñoso, refinado, apasionado, afinado!!! ;-))
El reencuentro con Juan, hizo posible que mi vida sea aún más dichosa.
Vivimos todos un clima de hermandad y enamoramiento.
Y desde esa unión, tocamos y cantamos, para ustedes y para nosotros.
El reencuentro con Juan, hizo posible que mi vida sea aún más dichosa.
Vivimos todos un clima de hermandad y enamoramiento.
Y desde esa unión, tocamos y cantamos, para ustedes y para nosotros.
Y nos sentimos en casa.
Porque la Música es el hogar más seguro y más
bello.”
Silvina Garré
Con la necesidad de la primera vez
Parados
en el centro del escenario, en blanco y negro, alzan unidos las manos, expanden
sus voces al infinito y entregan el alma hasta vaciarse. Inmenso es el aplauso final,
que se extiende al hall del Ópera cuando las luces del escenario ya se han
apagado. Los murmullos caminan inquietos, fervorosos, risas adolescentes que se
empujan hacia la avenida Corrientes. Son los días de 1989. Más tarde sobreviene
el silencio. En el teatro, en las cuerdas y en los teclados. Un silencio que se
extiende por días, meses y años. Veinticinco años. Intervalo necesario hasta volver
a verlos cantar juntos.
El
tiempo se ha cumplido porque han regresado las ganas, el entusiasmo y la
oportunidad. Los sitios que nos convocan parecen los mismos, aún cuando los
encontremos cambiados. Nosotros somos aquellos chiquilines desordenados que la
vida ha convertido en personas responsables, o en fallidos intentos por serlo. Construimos
toda una historia en estos años.
(foto de Verónica González)
Mientras sigo a la acomodadora hasta mi
asiento presto atención a los comentarios que escucho a mi
paso. Gente que comparte sin pudor las circunstancias personales que los trajo
hasta este momento de reencuentro. Somos muchos quienes estuvimos presentes
alguna de aquellas noches en que Silvina Garré y Juan Carlos Baglieto, dos de las voces más emblemáticas de la trova rosarina, cerraron su exitosa gira de
conciertos en el Teatro Ópera y en el
Estadio Luna Park. Tal vez por eso es que creo notar que todos llegamos con la carga emocional de la evocación, antes del comienzo mismo del espectáculo.
Ahí estamos, nuevamente. Ellos y nosotros. Cuando salen al
escenario todo es desborde. Entran silenciosos en la penumbra quebrada por
gritos y aplausos, se sientan en sus lugares, acomodan el cuerpo. Baglieto
dibuja los primeros acordes en su guitarra, comenzando un clásico que ha
silenciado por un período largo: “Era en abril”, de Jorge Fandermole, aquel
tema que los consagró en el Festival de La Falda de 1982, cuando apenas tenían
20 años.
La luz ilumina progresivamente
la escena. Silvina está sentada a su derecha, preciosa con
un largo cabello rubio, tan distinta de aquellos rulos revueltos y oscuros de
otras épocas. De largo en color negro, delgadita como siempre, inmensa en la
dulzura de los acordes del tema que en su voz comienza a partir de la tercera
estrofa: “Yo le había hecho una blanca canción…”.
La gente aplaude y grita,
repitiendo el homenaje en cada estrofa, sin poder creer que, por fin, allí
estén. Nuevamente unidas las voces y el alma. La
emoción sobrevuela el aire. Algunos dibujamos la letra con los labios, otros
reviven momentos que resbalan como lágrimas. No es tristeza. Es reencuentro.
Claro, no somos los mismos. Nos pasaron 25 millones
de cosas. Pero cada nota nos invita a recordar quiénes somos, más allá de lo
vivido. Y como la intención es disfrutar la síntesis natural de la vida, a esta
invocación inicial del amor entre una nube y un pez volador, le sigue “Me
asomo” de Olga Román que acompañó a Juan en las presentaciones de los últimos
años. “Me asomo a la vida nueva /
para conjurar el tiempo / me asomo a ver tus preguntas / y decir que si otra
vez.” El teatro Ópera en pleno: público, músicos, instrumentos y cantantes, diciendo
que sí.
Los
temas se continúan entre la novedad y la nostalgia. Durante más de dos horas viajamos
junto a Silvina Garré y Juan Carlos Baglietto por los rincones perdidos de nuestra adolescencia. Un clásico de
clásicos, y las voces de ambos entonan “Canción del Pinar”. Impecables, como
siempre, mejor que siempre. Este tener alrededor nuestro “quién berree nuestros
nombres y mucha sombra por dar” nos significa, nos representa, habla de lo que
deseábamos en aquel momento y de lo que somos en este aquí en que cantamos con ellos, en el armonioso ahora que estalla en cada aplauso, confirmando el verso.
Litto
Nebbia, padre indiscutible de la trova rosarina, está virtualmente presente
cuando el dúo comienza “Quien quiera oír que oiga”. Posiblemente la verdadera historia sea ésta, la de los artistas encarnando las historias de la gente, en forma simple, sencilla, honesta y comprometida.
El homenaje a Buenos Aires,
que luego se repetirá como inmejorable muestra de gratitud, inicia cuando Baglietto
entona, por primera vez en público, una canción que le pertenece a Silvina, “En
blanco y negro”, tema de amor a la ciudad que los dejó contar. Y como es el
amor el que en estos momentos se derrama entre notas e instrumentos, la
evocación de las madres en “Señalada por el índice del sol” es un regalo
delicioso para los que presenciamos esta ceremonia musical.
Luego Silvina queda sola en el escenario compartiendo momentos
íntimos de comunión con su público. Toma la guitarra y nos regala una bellísima versión de un tema de Pedro Guerra,
“Hogar”, donde la ternura de su voz todo lo ilumina.
Al terminarlo nos cuenta
un poco temblorosa: “Estoy muy emocionada, muy feliz. Ayer estaba pensando que
estos días van a ser seguramente de los más felices de mi vida -el aplauso
espontáneo del público la interrumpe, ella asiente con la cabeza antes de
continuar- “Por muchas razones. Por seguir haciendo lo que me gusta, de la
manera que quiero, sin traicionarme, durante todos estos años. Por haber
respetado la música, y por haberlos respetado a ustedes -sus palabras suenan testimoniales-
…y sobre todo, en estos días, por tener a mi lado a este compañero de lujo
desde que comencé a cantar… que es un
ser único, iluminado… al que respeto, quiero y admiro de todo corazón.”
Crecen los aplausos y el recuerdo de aquellos jóvenes que en los
comienzos compartían por igual su vida y su amor por la música. Silvina
entonces se pone de pie y se acerca el piano. Alguien le grita –“¡¡¡Guapa!!!”- y
ella, entre bromas, agradece. Introduce el tema, de sus trabajo como solista en
“El deseo” y rubrica sus dichos con estos versos: “Te extrañaré, me extrañarás,
lo que nos mata no es tan fácil de olvidar. Me perderé y te perderás, los
buenos tiempos, madrugadas para amar. “
Es el turno del regreso de Baglietto al escenario. Fusionados nos brindan
belleza pura con los acordes de “Cajita de música” y “Qué son esas palabras”.
Estos dos temas formaban
parte de aquella placa con la que todos recordamos la gira en el 89 “En vivo en
el Teatro Ópera”, y que por tanto no podían faltar en este recital. Los temas
tienen increíbles arreglos que nos permiten disfrutarlos con sonoridad renovada. Detrás millones de imágenes forman un marco perfecto con las luces de
la música nueva. Azules, amarillos, rojos, tonalidades en el aire y el gesto,
por momentos iluminando nuestras sonrisas, nuestras lágrimas, nuestros
aplausos.
Cuando Juan queda solo en el escenario convoca a su hijo Julián. Ambos expresan su amor por Rosario cantando “Adoquines en tu cielo”, y a Buenos Aires cuando
entonan “Una vuelta más”. Complicidad tierna, padre e hijo, ambos impecables en
lo esencial. En Julián los hijos de todos nosotros. Algunos de ellos, al igual
que en el escenario, acompañan a sus padres en las plateas. Julián es un símbolo
perfecto del paso de los años y su regalo. Es mucho más que su voz. Es su
presencia.
Y como esto es una fiesta llega el momento de bailar cuando
Silvina regresa al escenario y juntos deshilachan el tema de Pedro Guerra, porque
ha pasado mucho río “Debajo del Puente”, son los primeros en bailar en mitad
del tema. Las manos de todos nosotros aplauden y comienzan a seguir el ritmo musical. Se
desatan completamente en el tema que le sigue “Casi una zamba”, de la propia
Silvina y disfrutan sin pudor la “Historia de mate cosido”.
Todo ahora es alegría, aún en la nostalgia de la memoria. Porque
finalmente, como ellos bien nos lo recuerdan, “sólo se trata de vivir, esa es
la historia…”. Y al tema de Fito Páez (que curiosamente esta noche toca unas cuadras mas abajo en el Luna), le siguen los versos del Gato Pérez.
Música y palabras encadenadas en un diálogo inédito y profundo. El cantante y
los músicos forzando la máquina y jugándose la vida. Baglietto y Garré
expresando lo que sienten, conectando con la gente. Melodías eternas porque
sencillamente como declara la canción, estos dos cantantes nos han brindado
trozos de sí mismos, a los que ahora bailamos de pie frente a los asientos, en
los pasillos, solos o con los compañeros.
En la vida “se pierde pero se gana”, lo importante es avanzar
siempre, sin detenerse. El movimiento confirma la apuesta, que es bellísima y
se multiplica en pantallas gigantes. La presencia en el sonido de Lito Vitale
un verdadero lujo que suma. Apuesta que cierra como aquella ocasión, las manos
juntas y en alto, el corazón iluminado, la voz extendida al infinito en aquel
“cantar, cantar, cantar, con la necesidad de la primera vez…”
Aunque hoy todo
sea diferente, se me ocurre que, quizás, cada melodía ha
recuperado amorosamente un pedacito de la canción del alma de los que estamos
allí. Y nos invita a seguir componiendo nuestra propia canción. Porque si sólo se trata de vivir, como dice Fito Páez en los
labios de estos músicos que ahora todos aplauden de pié y a rabiar, “a lo
mejor resulta bien...”
Etiquetas: 1989, 2014, Buenos Aires, concierto, Juan Carlos Baglietto, Luna Park, música, Recital, Rosario, Silvina Garré, Teatro Öpera, trova
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