¡Devuélvan a San Juan!
"Señor San Juan…
en la foguera ya no hay qué quemar.
¡Que viva la danza
y los que en ella están!"
La dama del Alba
Alejandro Casona
Da igual si la fiesta se corresponde con el festejo del Solsticio y, al mismo tiempo, el hecho de celebrarlo la convierte en universal. El sol en su máximo esplendor busca perpetuarse en las hogueras de la noche, donde promete a sus eternos adoradores abrazarlos con el calor del amor y el fuego de la pasión. O lo que más se le parezca. Tampoco es cuestión de ponerse exquisito.
Noche de ilusiones flotando en el aire iluminado en el que arden conjuros, deseos, olvidos y malos espíritus. Juanes y Juanas arrojan guirnaldas trenzadas a través de las llamas para que, del otro lado, sus amantes las recojan antes que caigan al fuego, talismán que guardaran amorosamente en el tiempo. O no. Siempre está el colgado que se lo olvida en la playa. Es que también es noche sellada en el mar, al amparo de las olas.
Saltar la hoguera entonces es mucho más que extendido ritual para conseguir pareja. Es perpetuar la promesa eterna, volver realidad la fantasía sobrenatural que sobrevuela las tradiciones del lugar, augurio de felicidad y buena fortuna. Y también en algunos borrachos es quemadura de segundo o tercer grado. Son los riesgos de la magia en manos de los torpes humanos. En esta noche que algunos no tenemos, lo sobrenatural toma vida. Lo inexplicable se vuelve tangible. Esta es la noche en que se abre la puerta que nos introduce al conocimiento del futuro y a las dimensiones mágicas de la realidad. Tal vez sea esa la causa por la que nos la quitaron.
Noche de acceso a sitios encantados, en la que se liberan de sus hechizos y prisiones las reinas moras, cesan por algunas horas las maldiciones y embrujos sobre quienes las padecen, se interrumpen los efectos de las plantas envenenadas, las medicinales potencian sus efectos sanadores; braman dragones dormidos en el tiempo y juegan traviesos duendes haciéndose visibles para todos.
San Juan es la noche en la que se dice que los entierros arden, el Diablo anda suelto y los campos son bendecidos por el Bautista. El rocío cura toda enfermedad y vuelve hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo; los helechos florecen al dar las doce campanadas.
Mientras en Buenos Aires una espesa niebla cubría la noche oscura, iluminada muy de tanto en tanto por la luz fugaz de algún solitario auto en la avenida, en otros sitios del planeta se abrían, por algunas horas, las puertas invisibles del “otro lado del espejo”, dejando al descubierto los tesoros de las entrañas de la Tierra para que algún pobre mortal abandone su pobreza.
Los seres de otras latitudes fueron testigos privilegiados de los prodigios de la noche sagrada de aquel que perdió su cabeza por la lujuria de un rey. Aquí, en el Sur de la tierra, nos han robado esta noche mágica a traición y por la espalda. No sabemos cómo ni cuándo.
Si yo fuera (y seguramente lo soy...) una reina mora encerrada por algún extraño y maléfico hechizo en un cuerpo de una sureña latina, estoy frita porque me quitaron el día para liberarme del hechizo.
Ni fogones, ni velitas, ni la canción que leímos en los textos de Casona en “La dama del Alba". Una absoluta maldad con la que podríamos ir terminando. Si me la traen nuevamente haré como que aquí no ha pasado nada.
Etiquetas: celebración, fiesta, magia, noche, San Juan, solsticio, sur, tradiciones
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