Queridos Reyes

Deseo que este año no me dejen nada. Tengo tantos objetos que no me alcanzan los 365 días del año para usarlos todos. Si hubiera tenido que ir de shopping por mis niños pretendería poseer en este momento un millón de cosas que me mostraron hasta convencerme de que las necesitaba, las ansiaba o simplemente no podía vivir sin ellas. Pero mis niños están con el papá y yo subsisto sin todo aquello que no me vendieron, se puede.

Quisiera pensar que no esperarán que les deje pasto y agua con los alimentos maravillosos que existen hoy en día, pero que no suelo cocinar ni consumir lamentablemente, porque engordan y eso me obligaría a tener que adquirir todo tipo de productos para adelgazar, como también remedios que compensen el desequilibrio de una pésima alimentación, problema que parece tener una de las mayores potencias de este mundo. Pero no se alarmen, no queda en Oriente.

A cambio este año quisiera pedirles que en vez de dejarme me quiten. De verdad, no es broma, realmente necesito:

Que se lleven todas las esperas y olvidos que sólo causaron un infértil dolor en mi alma sin otra lección por conquistar que la desilusión de lo que era.

Que retiren de mi camino todo aquello que no me deja avanzar hacia lo que anhelo y sueño, aquello que Dios ha grabado a fuego en mi corazón con la palabra "vocación".

Que desalojen de mi interior esa personita diabólica que susurra incansable que no debo creerme mis propias utopías, que no vale la pena perder la vida buscando sueños improbables, que no existen los héroes anónimos, que se acabaron las almas nobles, que nada honesto ni sincero queda en pie, porque todo se comercia, tiene precio y responde a la variable oferta-demanda, que el dinero compra hasta el amor verdadero, que no espere que en este mundo alguien pueda morir por amor teniendo en cuenta la venta casi despreciable de las historias de Corín Tellado, que debo adherir a la realidad refiriéndose a la pudredumbre por la que optan algunos porque los posiciona mejor y que los "momentos mágicos" sólo existen en los libros de Paulo Coehlo.

Que aparten delicadamente a los seres que se interponen entre las señales del recorrido y mi destino personal, simplemente porque no pueden compartir conmigo los logros -pequeños pero valiosos- que voy teniendo en todo aquello que tanto amo, y me confunden constantemente en la exigencia del amor.

Que tomen amorosamente los sacrificios y tristezas inútiles que formaron parte de un pasado ignorado y los inviertan en alguna historia que los justifique, o en algún ser que los necesite para seguir viviendo.

Que arrebaten mis angustias más profundas y con ellas compensen el daño que pude haber causado a otros.

Que me despojen del miedo a perder, del miedo a crecer, del miedo a no ser amada, del miedo a ser rechazada, del miedo a tener miedo, de todo estúpido miedo.

Que me alejen de la gloria del mundo, con todo lo que ella inventa, tan efímera y seductora, tan atrapante y mercenaria, tan fácil, deseada, camaleónica... pero muy especialmente que me alejen de los hombres que la persiguen por encima de todo lo demás, inventándose una vida que esté a tono para tenerlo todo y no tener nada.

Que aparten de mí las batallas que tuve la fortaleza de luchar en el pasado, que se lleven las armas, que destruyan las murallas que con tanto esmero construí, que hurten en medio de la noche el poder oscuro que convoca las hostilidades, los deseos de poseer, la voluntad de ganar, la necesidad de conservar, que sólo me dejen la paz de no haber cedido mi energía en contra de mi desapego.

Que eliminen todo comentario ajeno que no aporte, que alejen mis propios deseos de expresar sobre nada ni nadie, para que cualquier palabra que pronuncie esté limpia, sea generosa, necesaria, balsámica, reconciliadora, luminosa.

Que remuevan de mi todas las debilidades que me impiden perdonar, que laven las culpas, que alejen mis sin-sentidos, mi falta de coraje, mi respuesta tardía, mis deseos de huir, mi necesidad de morir, mi resistencia final...

Y DEJEN MIS ZAPATOS ABSOLUTAMENTE VACÍOS PARA QUE EN ELLOS MAÑANA ENTREN MIS PEQUEÑOS PIECITOS Y VAYAN SIN NINGÚN PESO AL ENCUENTRO AMOROSO DE LA VIDA.

(Yo creo que de tanto pedirlo sucederá como aquello del cántaro y la fuente... que se llenó de cántaros, je!)