Brasil sin solcito

Mi hermana Solcito regresó de Brasil para pasar las fiestas con nosotros y trajo una valija cargada de besos, caricias, mimos y deseos de compensar su ausencia de los últimos tiempos. Y como extrañaba a horrores a mis tigrecitos los buscó esta mañana temprano, (medio dormida por la fiesta que la empresa en Argentina hizo ayer hasta las seis de la mañana) y se los apropió, mientras yo continuaba con mis ensayos y otras obligaciones de fin de año.
Los llevó al río, vigiló que comieran muchas porquerías chatarras, ésas que generan sonrisas, inventó mil y un juegos, le enseñó a Marcos a escalar en las paredes con clavos (cuando tenga las fotos en la red las pongo, es fascinante verlo al indio tan valiente), les mostró las fotos y videos de las fiestas de fin de año, les contó las costumbres Paulistas con un detalle que asombra, les enseñó portugués, los dejó hablar largo, en fin... se compartieron con una profundidad que me conmovió.
Cuando me sumé al grupo en la tardecita mis hijos habían cambiado completamente la expresión angustiante de las últimas semanas, sólo con verlos me abracé emocionada a mi pequeña. Solcito es quien estrenó en mí los primeros sentimientos maternales, y verla cuidar a mis niños renovó la continuación en el cuidado del amor familiar.
Los cinco junto al río, alrededor de papas fritas calientes y gaseosas, jugamos con las palabras a adivinar consignas en el habla, un juego que Solcito nos enseñó. Y como no podían despegarse de ella terminamos cenando todos cerca de allí, con la promesa de vernos mañana temprano en la mañana y aprovechar cada minuto que esté aquí.
Recuperar el Solcito de la casa, la alegría de mis niños, el calor de mis amigas que hoy estuvieron muy presentes, y tener la inmensa noticia de que mis niños finalmente ESTARÁN CONMIGO la NOCHEBUENA hizo que el día me pareciera lo más maravilloso de los últimos tiempos.
Todo renace. Siento gratitud.