Sacramento Rojo
Comenzaba Febrero. Como testimonio de lo vivido en Enero una montaña de ropa usada descansaba indolente en el silloncito blanco de mi dormitorio. Señal inequívoca de días sin unificar -al menos en el sillón- y del desorden general de mi cuarto. Resignada decidí clasificar los tantos, unos al lavarropas, otros al placard. Hasta que encontré la prenda que no me pertenecía.
Un saquito rojo, de lana, muy simple, sin más adorno que un extraño aplique en el lado derecho. Al principio por más que hice memoria no recordé cómo había llegado hasta allí. Luego vi ese cabello blanco sobre el hombro izquierdo... entonces sentándome en la cama comencé a quitar con todo cariño cuatro cabellos más, que coloqué respetuosa en un cofrecito azul que tengo sobre mi mesa de luz.
El aplique era un bolsillo. Tejido a mano, de color similar. Un agregado extra con firma inconfundible: la de mi abuela. Era evidente que ella lo había tejido y luego agregado porque le gustaba tener a mano un sitio donde guardar su pañuelito y el rouge.
Entonces recordé. La noche de su partida, ya de madrugada mientras esperábamos que mi papá llegara al amanecer, Teresa me lo puso sobre los hombros cuando comenzaba a quedarme dormida en un sillón del living. Había refrescado y creo que lo tuve puesto esa mañana mientras hacíamos los trámites.
Lo miro ahora conmovida. Esta prenda tan simple se transforma y me acerca su recuerdo, su olor y hasta sus huellas. Me habla de su carácter, señala sus preferencias. En él anidan sus manos, su perfume, su tamaño y hasta sus mañas. Signo inequívoco de su presencia en el mundo. Testimonio visible de su paso por mi vida. Dudé sin saber qué hacer con él hasta que encuentré un sagrario adecuado.
Comenzaba Febrero. Yo, sin haberlo buscado siquiera, recibía como regalo y prueba de vida un nuevo sacramento.
***
Hoy, 19 de Abril, se cumplen tres meses desde la partida de mi nona. Parece que fue ayer...
Un saquito rojo, de lana, muy simple, sin más adorno que un extraño aplique en el lado derecho. Al principio por más que hice memoria no recordé cómo había llegado hasta allí. Luego vi ese cabello blanco sobre el hombro izquierdo... entonces sentándome en la cama comencé a quitar con todo cariño cuatro cabellos más, que coloqué respetuosa en un cofrecito azul que tengo sobre mi mesa de luz.
El aplique era un bolsillo. Tejido a mano, de color similar. Un agregado extra con firma inconfundible: la de mi abuela. Era evidente que ella lo había tejido y luego agregado porque le gustaba tener a mano un sitio donde guardar su pañuelito y el rouge.
Entonces recordé. La noche de su partida, ya de madrugada mientras esperábamos que mi papá llegara al amanecer, Teresa me lo puso sobre los hombros cuando comenzaba a quedarme dormida en un sillón del living. Había refrescado y creo que lo tuve puesto esa mañana mientras hacíamos los trámites.
Lo miro ahora conmovida. Esta prenda tan simple se transforma y me acerca su recuerdo, su olor y hasta sus huellas. Me habla de su carácter, señala sus preferencias. En él anidan sus manos, su perfume, su tamaño y hasta sus mañas. Signo inequívoco de su presencia en el mundo. Testimonio visible de su paso por mi vida. Dudé sin saber qué hacer con él hasta que encuentré un sagrario adecuado.
Comenzaba Febrero. Yo, sin haberlo buscado siquiera, recibía como regalo y prueba de vida un nuevo sacramento.
***
Hoy, 19 de Abril, se cumplen tres meses desde la partida de mi nona. Parece que fue ayer...
Etiquetas: abuela, amor, familia, muerte, Mundo Abril, sacramento, vida
4 Comments:
Me gustó mucho. Leí cuando ella se fue y no te dije nada entonces, pero me conmovió la historia, te abracpe despacito por tu pérdida y felicité tu manera de escribirla...
Un abrazo, ahora, en una llovizna abrilera...
Un recuerdo inolvidable. Abrazos.
Un abrazo Abril.
Preciosa exposición de sentimientos. Me alegro de que te traigan buenos recuerdos.
Un abrazo,
Publicar un comentario
<< Home