Michelle Bachelet cumplió
Admiración y orgullo de mujer sentí al seguir el traspaso de mando chileno. Ver a través de la televisión a Michelle Bachelet ovacionada, tras cuatro años de mandato despidiéndose con una popularidad que es record -se habla de un 84% de imagen positiva- me reconcilió con el género femenino ocupando espacios de poder político.
Millares de ciudadanos se agolparon con banderas y pañuelos blancos a las puertas de la sede de Gobierno, en el centro de la capital chilena, para ovacionar a la presidenta saliente.
Dicen que el poder corrompe. Michelle Bachelet ha demostrado que a las almas nobles es muy dificil viciarlas. Al borde de las lágrimas manifestó que entrega el gobierno tranquila. "Hemos puesto todo nuestro mayor empeño en hacer las cosas bien".
"Es una mezcla de emociones" -sostuvo- "Por un lado nos vamos muy tristes por lo que ha pasado el último día, pero tranquilos porque hemos cumplido lo que hemos comprometido con la gente, nunca le hemos faltado, y orgullosos por lo que hemos sido capaces de construir".
Desde el regreso de la democracia con Alfonsín, y posiblemente con un deseo íntimo de borrar la imagen de Isabelita, yo deseaba con mucha fuerza mujeres al frente de gobiernos latinoamericanos.
Me animaba el convencimiento personal de que la mujer tiene mayor facilidad para conectarse con las necesidades de las otras personas. Sentía honestamente que la naturaleza femenina otorga una sensibilidad especial, mayor interés por lo humano que por lo económico, lealtad comprobada y honestidad manifiesta.
Confieso avergonzada que con esta creencia errónea voté por nuestra presidenta, de lo cual me he arrepentido practicamente todos los días de su gobierno. Y cuantas más cosas voy sabiendo, peor es... más entristecida me siento por la falta de progreso y desarrollo de mi país. Creo haber aprendido gracias a Kristina que no es cuestión de género sino de personas específicas.
Chile se afianza, Brasil crece para posicionarse como potencia, y nosotros, los ciudadanos argentinos, miramos azorados el senado especulando hoy con los votos y las reservas del Banco central. Los bienes del estado disminuyen y nuestros gobernantes parecen repartirse las vestiduras.
Para los ciudadanos que no nos sentimos escuchados la pobreza y la inseguridad se extienden, el nivel educativo desciende día a día, los hospitales carecen de insumos básicos, la sociedad se encuentra dividida, los datos de la realidad son alevosamente alterados, se crean conflictos innecesarios con el resto de los poderes, se los coloca bajo sospecha al tiempo que se esgrime la frase del sostenimiento de la democracia.
Se denostan clases sociales o actividades específicas, se destruyen las formas de ingreso que eran primordiales en nuestro país al tiempo que escuchamos -como me sucedió hoy- en medios de comunicaciones oficialistas frases como "Kirchner va a dar lucha hasta el final".
¿De qué guerra estarán hablando? De la única que conocen... la lucha por el poder. ¡Cuánta tristeza!
Observo en la pantalla nuevamente a Michelle Bachelet, erguida en medio del movimiento telúrico que en ese momento se producía, con la serenidad y compostura que la vimos siempre.
Tan cercana a su gente, sencilla en sus costumbres, correcta en el respeto por las personas, las instituciones y las leyes, tan medida en sus expresiones, con un cuidado particular por no manifestar menosprecio ni despecho, tan preocupada sinceramente por la unión del pueblo chileno y el mantenimiento de la democracia...
La gente agradecida, aún en medio de los temblores, despidiendo a esta médica pediatra de 58 años, agnóstica, divorciada, madre de tres hijos, que enfundada en un austero trajecito azul concluía exitosamente el servicio que, como presidenta, quiso prestar a su pais.
Mi mente no alcanza a comprender cómo cualquier otra satisfacción efímera puede ser mas fuerte que la de quedar en los anales de la historia como una de las mejores mandatarias que tuvo el pueblo chileno. Sinceramente eso no hay dinero, vestidos, viajes ni imagen que lo pague.
Millares de ciudadanos se agolparon con banderas y pañuelos blancos a las puertas de la sede de Gobierno, en el centro de la capital chilena, para ovacionar a la presidenta saliente.
Dicen que el poder corrompe. Michelle Bachelet ha demostrado que a las almas nobles es muy dificil viciarlas. Al borde de las lágrimas manifestó que entrega el gobierno tranquila. "Hemos puesto todo nuestro mayor empeño en hacer las cosas bien".
"Es una mezcla de emociones" -sostuvo- "Por un lado nos vamos muy tristes por lo que ha pasado el último día, pero tranquilos porque hemos cumplido lo que hemos comprometido con la gente, nunca le hemos faltado, y orgullosos por lo que hemos sido capaces de construir".
Desde el regreso de la democracia con Alfonsín, y posiblemente con un deseo íntimo de borrar la imagen de Isabelita, yo deseaba con mucha fuerza mujeres al frente de gobiernos latinoamericanos.
Me animaba el convencimiento personal de que la mujer tiene mayor facilidad para conectarse con las necesidades de las otras personas. Sentía honestamente que la naturaleza femenina otorga una sensibilidad especial, mayor interés por lo humano que por lo económico, lealtad comprobada y honestidad manifiesta.
Confieso avergonzada que con esta creencia errónea voté por nuestra presidenta, de lo cual me he arrepentido practicamente todos los días de su gobierno. Y cuantas más cosas voy sabiendo, peor es... más entristecida me siento por la falta de progreso y desarrollo de mi país. Creo haber aprendido gracias a Kristina que no es cuestión de género sino de personas específicas.
Chile se afianza, Brasil crece para posicionarse como potencia, y nosotros, los ciudadanos argentinos, miramos azorados el senado especulando hoy con los votos y las reservas del Banco central. Los bienes del estado disminuyen y nuestros gobernantes parecen repartirse las vestiduras.
Para los ciudadanos que no nos sentimos escuchados la pobreza y la inseguridad se extienden, el nivel educativo desciende día a día, los hospitales carecen de insumos básicos, la sociedad se encuentra dividida, los datos de la realidad son alevosamente alterados, se crean conflictos innecesarios con el resto de los poderes, se los coloca bajo sospecha al tiempo que se esgrime la frase del sostenimiento de la democracia.
Se denostan clases sociales o actividades específicas, se destruyen las formas de ingreso que eran primordiales en nuestro país al tiempo que escuchamos -como me sucedió hoy- en medios de comunicaciones oficialistas frases como "Kirchner va a dar lucha hasta el final".
¿De qué guerra estarán hablando? De la única que conocen... la lucha por el poder. ¡Cuánta tristeza!
Observo en la pantalla nuevamente a Michelle Bachelet, erguida en medio del movimiento telúrico que en ese momento se producía, con la serenidad y compostura que la vimos siempre.
Tan cercana a su gente, sencilla en sus costumbres, correcta en el respeto por las personas, las instituciones y las leyes, tan medida en sus expresiones, con un cuidado particular por no manifestar menosprecio ni despecho, tan preocupada sinceramente por la unión del pueblo chileno y el mantenimiento de la democracia...
La gente agradecida, aún en medio de los temblores, despidiendo a esta médica pediatra de 58 años, agnóstica, divorciada, madre de tres hijos, que enfundada en un austero trajecito azul concluía exitosamente el servicio que, como presidenta, quiso prestar a su pais.
Mi mente no alcanza a comprender cómo cualquier otra satisfacción efímera puede ser mas fuerte que la de quedar en los anales de la historia como una de las mejores mandatarias que tuvo el pueblo chileno. Sinceramente eso no hay dinero, vestidos, viajes ni imagen que lo pague.
Etiquetas: Chile, Mujeres, Política, presidente
1 Comments:
Fue, realmente emocionante. Una clara demostración de que la democracia bien entendida da sus frutos. Abrazos.
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