Diluvio Repentino

Por estos días camino las calles pensativa porque inevitablemente es tiempo de balances. Repaso mis horas, cuento mis logros, redescubro tus ausencias. Ya no importan. Me acostumbro. Sucede que inunda el corazón tantas bendiciones divinas. He sido cuidada. Por Él. No en tus descuidos que disfrazas de falsa protección..

Repaso las veredas andadas en la intención de inagurar etapas nuevas. Se ha puesto gris el cielo y la ciudad se divide en dos. Una parte bajo el aguacero, la otra aún bajo tibios rayos de sol. Pienso y apuro el paso. Para cuando llego a la casa el diluvio ha sido declarado y las ráfagas limpian calles, techos, árboles hasta acabar con todo en el Río de la Plata. Vislumbro el fin.

No hay ausencia de los seres vivos, me digo viendo caer las ráfagas. En todo caso Ajenos que no tenían que estar. Así es como debe ser, me repito extendiendo la mano. Permito que las gotas me mojen parcialmente, resbalen entre mis dedos, juegon a formar hileras que caen. Esta manera tan mía de rebelarme a todo para forzar, crear, corporizar y dar vida a lo que no es, a lo que no debe ser, ha dejado caer junto a las gotas tus excusas y las mías.

Diciembre tiene eso de limpieza. Principio en el Fin. Aguacero enérgico. Diluvio de Advenimiento. Respiro profundo el aire de lluvia invocando la protección divina, agradeciendo las voces que se escuchan en el aire. Luego decido celebrarlas. Es cuando comienzo el rito, prendo el fuego y comienzo a cocinar.