Esas tazas...

Mi hijo Andrés y yo pasamos un domingo increíble. Diluviaba Buenos Aires. Almorzamos tarde en el gris oscuro de la casa viendo caerse el cielo. Mas tarde bajo la lluvia nos fuimos a alquilar pelis y comprar chocolates.

Al volver preparé un café caliente como previa al rito del cine casero. Caía el agua en la cafetera cuando abrí la alacena y me quedé mirando las tazas que íbamos a usar, una ceremonia a la que le doy suma importancia. Tengo Mugs para cada ocasión, es algo que disfruto.

Tal vez porque ese día estuvimos compartiendo tantas cosas, o porque eran las que estaban mas a la vista, no se qué me dió por contarle que había dos tazas que... cada vez que las veía, me traían recuerdos encontrados.

¿Cuales?- me preguntó. Se las señalo. Él las toma mientras yo comienzo a justificar su existencia. Que son lindas, que estan desde, que... Con gesto decidido Andrés comienza a envolverlas en papeles de diarios escuchando cómo yo sugiero regalarlas a un comedor escolar. Cuando termina las apoya sobre una tabla de madera, abre otra alacena, saca un martillo, se acerca a mi y extendiéndome el instrumento me dice:

-Tomá, rompela.
-Ay no hijo... rompela vos...-le suplico.
-Yo no tengo nada con estas tazas, no tendría sentido. la que las tiene que romper sos vos. Rompela - me repite. Dubitativa doy un primer golpe -Mas fuerte - sugiere. El próximo golpe parte ruidosamente en dos la taza dentro del diario -Más!

Destruí ambas. La segunda con tal fuerza que algunos pedazos se dispersaron. Terminamos muertos de risa en la cocina destrozando la tazas dentro del papel. Luego él tiró todo a la basura, yo serví el café y nos fuimos felices a ver la peli.

La sabiduría de mi hijo me dejó liviana al tiempo que con ese sencillo gesto me sentí inmensamente cuidada.