Bello Abril

Nos pasan tantas cosas en la vida, que si aparece el sol hay que dejarlo pasar... Abril, otra vez, para que no tengamos soledad. Y las violetas que coronan tu tristeza y las guirnaldas de tu inmensa soledad sos tan hermosa que jamás vas a dejar de brillar así aquí o allá... Sos parecida a los planetas que se mueven por ahí que no podés parar ya nunca de girar... Para que no tengamos soledad... para que no tengamos nunca más soledad... Fito Paez.

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Nombre: Abril Lech
Ubicación: Buenos Aires, Argentina

martes, agosto 23, 2005

Ausencia No consentida

Estuve ausente sin mi consentimiento.
La PC muriò repentinamente
justo cuando mi alma comenzaba a renacer.
Lentamente. De apoquito.
Mi alma, claro.
Ahora ha regresado.
La PC, desde luego.

Sin acentos, enies, ni los programas habituales. Olvidadas las pantallas que solìan iniciarme. Abundante en accesos ignotos, complicados, o combinados: de "alt + nùmeros" que sòlo mi amiga Lau conoce. Me atacan letras grandes, idiomas desconocidos y configuraciones extrañas.
Pero limpia de culpa y cargo.
Ambas. Mi PC y yo estamos a foja cero.

Y cuando el finde iba a dedicarme a la tarea de reconstrucciòn, instalando programas o creando ìconos... me detuve retrasando adrede la tarea.
"Son señales".
Me lo dijo alguien que leìa incansable,de atràs para adelante y viceversa,
un texto que asì se lo indicaba. Como quien ensaya una pòcima màgica.
"Son señales". E insistìa en aquello, sin dejar de estudiar sus cartas de truco y a la distancia.
Denotan. Advierten. Muestran.
"Son señales".
Interpretarlas Ampara.

Son señales. Poderosas en silencio.
Como la lluvia que limpia la noche de Buenos Aires mientras escribo estas lineas. Como lo hizo sin pausa todo el fin de semana.
Como el virus que piadoso borrò lo nocivo de mi PC dejàndola inoperable por casi una semana. Como los gestos tiernos que desde el viernes purificaron mi tristeza resignificando el amor menospreciado.
Aquella ingenua dulzura usada en mi propia contra dejò de ser hùmeda impotencia en mi mirada al tranformarse en asombro primero y en agradecimiento despuès cuando antiguos nombres regresaron impensadamente, aceptando la inexistente propuesta de acompañar, en el proceso de renacer junto a mi.
Lo sembrado apareciò imprevisto, cosecha necesaria.
Los miserables y sus deshonras huyeron gradualmente, avergonzados frente al abrazo reencontrado, asustados con el sonido calmo pronunciado en la distancia telefònica que apenas separa un alma del otra. Voces amadas, queridas, contenedoras, honradas.
Presencias de otros tiempos que ampararon mi alma al tiempo que el agua se iba derramando por las calles y jardines de Buenos Aires. En forma de lluvia, en forma de viento mojado, en forma de abrazos y sonidos guturales, disfrazada de relàmpagos y truenos.
Ningùn "Te lo dije", algùn que otro "yo sabìa", muchos "Tuvo un sentido".
Fue necesario mucho amor para sanar el menosprecio.
Estuvo. Como señales.
Forzosamente los macocos intuyeron y esperaron, los fotògrafos entendieron ausencias y aceptaron, los que "Aprendiendo" me citaron supieron de bajezas imposibles de graficar, desplegar en capas o aplicarles filtros que embellezcan la deshonra. Se de algunos que simplemente oraron, y fue mucho. Los pilares sostuvieron y las madres acunaron.

Y hubo quien dibujò un Dragòn en mi cartelera para que defienda con su fuego la imagen que otros dragones generan para volverse temibles.
El fuego ya no quema. Purifica.
"No le des poder"
Es una semana nueva.
Ella y yo. Y los otros.
Hemos regresado.