En marcha

Era Domingo de Ramos de una fiebre altísima. Mis padres estaban de viaje y yo a una distancia de ésas que, ni muy cerca ni demasiado lejos, obligan a elegir entre una larga caminata o un corto traslado en auto. No recuerdo con precisión por qué era tan imprescindible que, aún con fiebre, yo fuera a aquella misa.

Lo que si recuerdo fue el choque del auto de mi padre contra el portón de salida -feroz, innecesario- por un mal cálculo de mi parte. El impacto fue tan contundente que la rueda delantera izquierda quedó totalmente trabada.

Mi hermano mayor recurrió a Cacho, el mecánico de mi papá que tenía su "oficina" en lo que ahora es el Barrio de Las Cañitas. "El gordo" era un tipazo que nos salvó de la cólera vengativa arreglando todo con el seguro y teniendo el auto impecable cuando aterrizó el avión en Ezeiza.

Unos años después lo volví a encontrar y ya no era "El gordo Cacho" ni tenía un taller mecánico. Había bajado nosecuantos kilos y participábamos juntos de las reuniones de los miércoles a la noche en el Centro del Dr. Ravenna, donde yo intentaba perder los 10 kilos que me había ganado al dejar de fumar. Eso también quedó lejos.

Hoy, en este último encuentro, parece perdido el mecánico salvador de aquella época, la tristeza es profunda en el alma de mi compañero de dieta. Su hijo menor -"mi ángel" repite una y otra vez- fue secuestrado y asesinado el lunes pasado.

Hoy todo un barrio se movilizó reclamando justicia y seguridad en una marcha acompañada de palmas, que unió la Avenida Cabildo con el Colegio donde esta tarde Rolo González, el abanderado del colegio, debía recibir su diploma de egresado.

Cacho enfatizaba -trascendiendo su dolor personal- en la necesidad de acabar con el ingreso, distribución y venta de droga en forma indiscriminada como la causante principal de este tipo de hechos aberrantes e inexplicables. Es que él es padre. Y sabe, con su gran corazón, que las victimas de la desidia gubernamental no son sólo quienes la padecen en forma personal sino toda la sociedad.

¿Cómo hacer para que los oidos sordos de nuestra presidenta escuchen, sus ojos se abran a la realidad cotidiana del argentino promedio, sus soberbias palabras de cada acto dirigidas a "los que nos critican", los "que dicen de nosotros", etc. se llamen a silencio para que con sus obras refrenden una acción de gobierno que nos devuelva la tranquilidad, la paz, el orden, la justicia, el desarrollo, la integridad y las ganas de seguir creyendo en un pais mejor?

¿Cómo hacemos Kris para que entiendas que no queremos a Tutankamon porque con nuestros muertos ya tenemos demasiado?